viernes, marzo 30, 2007

Solo quedamos nosotros


Sólo quedamos nosotros, le dijo, en unos minutos más traspasarán las murallas del palacio. Ambos sabían ya su destino, no había nada que pudieran hacer, sólo les restaba esperar, encerrados dentro de esas cuatro paredes, mientras su gente moría allá afuera, él la miro a los ojos y vio miedo en ella, podían escuchar el sonido de las espadas negándole misericordia a su gente. Se abrazaron, ella se sumergió en sus brazos, intentando escapar de este final, él intentó consolarla, le decía que pronto estarían en el cielo, pero para llegar allá había que superar este infierno primero. Ella le dijo que una vez había escuchado a unos sabios conversar sobre cómo imaginaban el cielo y el infierno. El primer sabio dijo que no existían tales cosas, y que habían sido creadas por los hombres para controlar la vida del hombre. El segundo sabio, que a su vez era el maestro del anterior, le dijo que en el infierno había caos, y por mucho que buscaras un poco de paz era imposible encontrarla, pero que el cielo era mucho peor, puesto que había una paz total, y el primero que rompiera esta paz con el más mínimo movimiento o pensamiento impuro era condenado a sufrir el resto de su eternidad en el infierno, y que sólo había una cosa peor que sufrir en el infierno, y ésta era vivir toda una eternidad con miedo a caer en éste. El tercer sabio, quien había instruido al anterior, que era conocido por toda China como maestro de maestros, les dijo que, el infierno y el cielo eran la misma cosa, una gran mesa en la cual estaban todos sentados unos al lado de otros, y en la mesa estaban servidas las mayores exquisiteces que cualquier hombre, rey, emperador o Dios hayan visto jamás, pero los palillos para comerlas se extendían por varios metros, los que llamaban este lugar infierno, lo hacían porque no podían probar estas delicias, ya que no podían llevar estas exquisiteces a sus bocas, en cambio los que llamaban a este lugar cielo, ocupaban los palillos para dar de comer a quienes tenían en frente. ¿Y tú que crees?, le preguntó. La verdad sólo me importa que tú vengas conmigo, que no nos separemos, que seamos uno solo… y se presionó aun más fuerte contra su pecho, se acercó y le susurró algo al oído. Él no pudo contenerse y una lágrima escapó a través de su mejilla, ya no le importó verse vulnerable, estaba solo con su amada, no tenía que aparentar, ella lo conocía a la perfección, le dijo que no podía hacerlo, que la amaba demasiado, ella le respondió que era la única forma honorable de hacerlo, que sólo así estarían juntos por el resto de la eternidad, le secó las lágrimas, y dio media vuelta, apoyó su delicada espalda contra su pecho, él con su brazo izquierdo la tomó por la cintura, ella le tomó la mano derecha y la llevó al mango de su espada, juntos la apretaron, llevándola contra el pecho de la emperatriz. Vamos, es la única forma, le dijo… la espada atravesó ambos corazones y fundió los dos cuerpos en uno solo, ambas almas subieron juntas la cielo, y se mantuvieron así por el resto de la eternidad.
Cuando el líder de los bandidos logró entrar al palacio quedó tan conmovido con la escena que mandó hacer una estatua con la figura de ambos amantes. La estatua todavía esta dentro de la ciudad prohibida de China, y en ella todavía se puede leer “Sólo quedamos nosotros”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Este yo creo que es el mejor de los cuentos. Cuando partí leyendolo jamás me imaginé el final, y creo q eso muestra cuando un cuento es bueno. Me emocionó el final.

Kco dijo...

Entretenido, interesante y muy buen final . . . hemos arreglado mucho la ortografía.
Como??

Joaquin dijo...

Mejorar la ortografía me costó, mucho pero fijándose en cada palabra después de que la escribes (y la revisión ortográfica de Word) y contando como niño de 5º basico or-to-gra-FÍA, toma tiempo pero vale la pena (aún me queda muuuucho por mejorar)